
Tras la Primera Guerra Mundial milites de soldados colonos se movieron para Australia Occidental por el incentivo de explorar la tierra a cambio de terrenos, esto provocó la llegada de emúes, aves no voladoras que pueden llegar a medir hasta 1.8 metros y que buscaban alimento.
El Gobierno respondió de una forma poco usual al enviar soldados armados para eliminar cerca de 20 mil aves, pero lejos de encontrar la victoria, hallaron la humillación, este evento pasó a la historia con el nombre de la “Guerra del Emú”.
Los soldados australianos recién convertidos en granjeros pidieron refuerzos de la artillería de su país y el 2 de noviembre de 1932 las ametralladoras ligueras llegaron para iniciar con lo que se pensó sería una tarea sencilla, pero aunque parezca todo lo contrario, el emú es de hecho un ace rápida y ágil, por lo que en los primeros tres días sólo 30 aves fueron eliminadas, la razón fue sencilla: los emúes no se quedaron juntos, se dispersaron.
Las aves capaces de correr hasta 88 kilómetros por hora se convirtieron en objetivos difíciles de cazar y en esta guerra quedaron marcadas anécdotas curiosas: cuando una ametralladora se encasquilló durante una emboscada con miles de emúes merodeando a plena vista o cuando un vehículo se estrelló en plena persecución.
Esta “guerra” duró 45 días con sólo 2 mil 500 bajas de parte de las aves, apenas una pequeña fracción del total que había llegado en búsqueda de comida. Al ver la operación fallida el Gobierno suspendió el ataque y los emúes demostraron por qué son un símbolo australiano.